viernes, 1 de mayo de 2009

CUBREBOCAS PARTE 1


Un querido amigo me hizo llegar este texto; no sé dónde se publicó pero me pareció muy acertado. Con perdón anticipado para los que visitan este blog pensando que la música no tiene que ver con nuestra realidad.

CUBREBOCAS

CURIOSA METÁFORA la de un país cuyos habitantes, acallados por años, pendientes de explicaciones y eternos pacientes de justicia, lentos aprendices del sentido ciudadano, se vean ahora embozados, atestigüen la cancelación de sus bocas por esos casi inoperantes lienzos que delicadamente se sujetan mediante hilos elásticos a sus rostros, de facto enmudecidos. Habitantes que ahora empiezan a mirarse con desconfianza y que han comenzado a tomar en cuenta la recomendación de los especialistas, ésa que a través de los medios, promueve evitar el contacto social. No tengo suficientes elementos para sostener las sospechas, bastante popularizadas, de orquestaciones malévolas, de los planes maquiavélicos de los grandes capitales o de los acuerdos, a puerta cerrada, de las élites, de los malos; tampoco puedo argumentar nada para cambiar la opinión de quienes coincidan con dichas hipótesis. Pero, de entre los muchos intentos por ordenar estas ideas repentinas que se suceden en mi mente, a estas horas, algo me queda claro: esta epidemia, al fin, ha conseguido lo que quizá muchos, en cierto momento, y desde el poder o desde su anhelo, deseaban. Ésos, que de diferentes colores hacen y deshacen con los dineros de toda la ciudadanía, los que se hicieron de posiciones mediante la corrupción y la democracia autodenominada, o esos otros, los que no reconocen más color que el verde tan peculiar del dólar, ya sea que lo compren o lo vendan a carretadas, según vayan o vengan los vientos de las finanzas; o aquéllos, que se hacen pasar por representantes de dioses en la tierra, que leen únicos libros sagrados y que, desde sus muy personales interpretaciones ponderan, determinan y enjuician a todas las personas, sin distingos, excluyendo claro, a quienes en sus filas se forman. Y quizá también esos incautos, engañados, engatuzados por la promesa de que algún día estarán arriba, mientras, siguen de comparsas y gritan y vociferan más que los que les arrojan las migajas. Sí, al fin algo consiguió acallarnos, taparnos la bocota, segregarnos, romper las ya de por si frágiles articulaciones que intentaban organizarnos, aquellas que se acercaban a dotarnos de corporeidad. Al final, algo nos dejará rendidos en nuestras casas, en pleno autosecuestro por el miedo o la precaución, según se vea. Los mexicanos calladitos nos vemos más bonitos, sí calladitos, calladitas y en el rincón; ahí en el aislamiento doméstico, atendiendo -eso sí- a la omnipresente, a la siempre oportuna y objetiva televisión, la gran dadora de verdades, nuestra gran aliada en estos momentos de crisis. Curiosa esta metáfora del silencio, la desconfianza y la no-sociedad que ahora parece imponerse entre nosotros y que asfixia toda posibilidad de organización y de alianza crítica. En un país en donde ya lo único que faltaba era que alguien o algo, como en este caso, de manera física nos cancelara el habla, nos impidiera reunirnos, nos hipnotizara e invadiera nuestras mentes con la amenaza de invadir nuestros cuerpos y con ello, nos exorcice de esas ideas, siempre inoportunas, de cambio, de libertad, de justicia, de ciudadanía y peor aún, de democracia.

Luis Alonso

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