martes, 25 de mayo de 2010

MI COLUMNA SEMANAL

Les dejo aquí mis dos columnas, que hablan del jazz en el país de García Márquez.


SONORA PARED
EL JAZZ EN COLOMBIA


1. el maestro

Finalizaba el año de 1997cuando un querido amigo, Iván, me comentó que viajaría a Colombia por cuestiones de trabajo; estaría varios días en Cartagena y pasaría también por Bogotá. “¿Qué quieres que te traiga?” me preguntó, solícito. “Una compilación de cumbia tradicional y todo lo que encuentres de jazz” fue mi respuesta. Iván partió a su viaje algunos días después y a su regreso me llamó; “Tengo algo para ti”, dijo. Yo me relamí los bigotes cuando pasé a verlo y me entregó un sobre. “Pero no te emociones mucho”, apuntilló.


En el sobre había un par de discos y varios folletos. Los discos eran compilaciones de la cumbia tradicional grabada en nuevas versiones por jóvenes músicos de la escena vallenata; los folletos hablaban de un taller de jazz impartido en la universidad de Bogotá. La información era interesante pero –oh, desilusión- ninguna grabación de jazz apareció en el sobre. “No encontre nada” dijo Ivan, y se encogió de hombros. Yo le di las gracias y me fui a escuchar cumbia a mi casa.


Ahora, 13 años después, recuerdo aquel viaje de Iván mientras escucho el disco “Jazz Colombia”, una compilación editada por el sello y portal independiente Nuevas Músicas Colombianas. En el álbum se ofrece una docena de piezas interpretadas por igual número de grupos y solistas, como una muestra del rico panorama jazzístico que existe actualmente en aquel país.



En el booklet del disco puede leerse lo siguiente:

“Hace diez años esta compilación habría sido imposible. Antes de 1998 la discografía del jazz colombiano no superaba los diez volúmenes. A pesar de que el género llegó a Barranquilla con tan solo unos años de diferencia luego de convertirse en la música más popular de los Estados Unidos, en Colombia no tuvo mayor repercusión, salvo la influencia que ejerció en la música bailable de Lucho Bermúdez, Pacho Galán y Pedro Laza, entre otros. Sin embargo, el jazz en estas geografías no evolucionó.


“Durante las décadas de los setenta y ochenta, a pesar de que un notable número de músicos lo practicaban en una escena vertiginosa como la bogotana, no se grabaron discos. A falta de memoria discográfica, no se sabe qué pasó. Sólo conta

mos con relatos y nostalgias que, si bien constituyen una forma de narrar y tratar de armar el rompecabezas del jazz colombiano, se quedan cortos frente a la necesidad de saber cómo sonaba y cómo evolucionaba en consonancia con las músicas populares colombianas.”


El primer disco de jazz grabado en Colombia es “Travesías”, de 1996, firmado por el saxofonista Antonio Arnedo (1952). Este saxofonista y flautista proviene de una familia de músicos. Es hijo del gran clarinetista Julio César Arnedo. Su formación musical fue tardía y sin embargo es el artista más representativo de la fusión entre los lenguajes del jazz y las distintas formas de la música tradicional colombiana.


Pese a la oposición de su padre, Arnedo comienza a estudiar de forma autodidacta el saxofón. En 1991 –es decir, a los 39 años- se convierte en el primer colombiano en ganar el prestigiado concurso que organizan anualmente el Thelonius Monk Jazz Institute y el Smithsonian Jazz Institute de Washington. Se hace acreedor a una beca para Estudiar en el Berklee College of Music de Boston y decide tomarla. Durante su estancia gana el BCM Award y egresa con honores en 1994.


Antonio Arnedo


De regreso a su país, Antonio Arnedo graba su primer álbum y comienza una larga búsqueda por una voz propia; en ese caminar va proponiendo nuevas lecturas a la tradición, incorporando elementos del jazz, componiendo su propia obra. En 1997 graba “Orígenes”, en donde le acompañan su compatriota Jairo Moreno en el bajo, y dos destacados miembros de la escena del jazz neoyorkino: Ben Monder en la guitarra y Satochi Takeshi en la percusión. En el disco combina temas propios con piezas tradicionales como “Canto Waunaná” y“Velo que bonito”, provenientes de la región del Chocó.


El siguiente disco, “Encuentros” de 1998, amplía y profundiza la búsqueda de Arnedo por un equilibrio entre tradición y modernidad que pueda traducirse como algo enteramente nuevo. A su banda, formada por guitarra, bajo eléctrico y percusión, añade un bombardino, Conocido también como eufonio, según Antonio Arnedo, es el instrumento más usado de los fliscornos en la música popular colombiana. Está afinado en sí bemol, posee tres válvulas y comparte el mismo territorio sonoro del trombón; es uno de los timbres más importantes de la música de banda en Colombia, tanto en la Banda Popular de la Costa Atlántica como de los grupos de chirimía del Pacífico. Es el encargado de vistosas improvisaciones y contrapuntos que, debido a su gran flexibilidad, se han convertido en una parte muy importante del estilo de estas agrupaciones.



“Colombia” del año 2000 es un proyecto que, en palabras de Arnedo: "partió la idea de hacer un disco que capturara el espíritu de una expresión nuestra. El oyente, sin embargo, no escuchará referentes directos a la música tradicional colombiana, sino la apropiación de una esencia. El hallazgo de lo `universal en las entrañas de lo local' como decía Alejo Carpentier. Esta música íntima es el reflejo de esos contactos tan humanos y directos. La gaita de la Costa `Atlántica, la marimba de chonta del Pacífico; el tiple de la Región Andina, la percusión de las costas y las flautas del Cauca son protagonistas de este repertorio. Ellos nos aproximan al timbre característico de nuestra nación y por ello son eje fundamental de Colombia. Este disco podrá escucharse como una pintura abstracta de Colombia”.


“Hay otra orilla” de 2006 es el álbum mas reciente del Antonio Arnedo, y lo confirma como un referente de esa “nueva música colombiana” que ha comenzado a surgir con el cambio de siglo. Grupos y solistas como Ricardo Gallo, Manuel Borda, Francisco “Pacho” Dávila y Puerto Candelaria siguen ahora los pasos de este pionero que aún continúa en activo, con 25 años de trayectoria, armando nuevos proyectos, como el Colectivo Colombia, que reúne diversos proyectos unidos por la pasión por la música colombiana y las posibilidades de exploración que ofrece en su mezcla con instrumentos de jazz y de rock, e incluso de sonidos electrónicos. También ha formado el Ensamble Latinoamericano, donde convoca a grandes solistas sudamericanos que se encuentran desarrollando proyectos similares en sus países de origen.


En una entrevista realizada hace varios años, Antonio Arnedo comentaba: "La música es un vehículo maravilloso para aprender y enseñar a escuchar, que es tarea fundamental del proceso de paz de nuestro territorio. Ella nos invita a reconocer, valorar y amar nuestra diversidad, que hace de este un país único, sorprendente y maravilloso". No queda más que seguirle los pasos a este moderno Flautista de Hamelin, dispuestos con el corazón a dejarnos seducir por la exhuberancia de su canto que resuenta en los paisajes de esa tierra hermosa.


2.Nuevas rutas

Sin duda uno de los exponentes más originales de la llamada “Nueva Música Colombiana” es el grupo Puerto Candelaria; colectivo originado en el año 2000 al interior de la Universidad Eafit en la ciudad de Medellín. En 2002 grabaron su disco debut: “Kolombian Jazz”, donde ya prefiguraban su rumbo musical, una mezcla exuberante de ritmos tradicionales como el porro, el chuchu chuchu y el vallenato, atravesados por la armonía y las estructuras del jazz. Este disco fue lanzado en una etapa en la que el jazz colombiano era una rareza; por ello se convirtió en emblema de los nuevos tiempos, pues con el milenio llegaban músicos jóvenes con ganas de escribir su propia historia.


Puerto Candelaria publicó “Llegó la banda” en 2006 y en este 2010 acaban de sacar a la luz “Vuelta Canela”, donde con un sonido más cosmopolita, menos jazzero y mas cercano al rock y a cierto sinfonismo, la banda se muestra como el grupo máss importante de la escena colombiana actual. En una entrevista del año 2007 el fundador de la banda, el pianista y compositor Juan Diego Valencia comentaba:


“Hasta hace diez años en Colombia apenas se comenzó a saber lo que era el jazz; no era tan popular como el rock o el pop; nosotros, el jazz lo mezclamos con la música tradicional colombiana y hasta ranchera; por eso es el nombre de nuestro grupo: puerto, por

que es un lugar donde llegan muchas cosas de todo el mundo -en nuestro caso las influencias musicales de Latinoamérica y Europa-, y Candelaria porque es un nombre bien colombiano. Si fuéramos mexicanos seríamos Puerto Guadalupe”


Puerto Candelaria

No quisiera dejar de lado las aportaciones de otros grupos y solistas que aunque tienen menos tiempo en la escena su trabajo es muy interesante por el acercamiento tan particular al jazz que hace cada uno de ellos.

Ricardo Gallo es un pianista de Bogotá que radica en los Estados Unidos desde 1999 y se ha formado profesionalmente en la Universidad del Norte de Texas. Desde el año 2004 mantiene en su ciudad natal un cuarteto con el baterista Jorge Sepúlveda, el bajista Juan Manuel Toro y el percusionista Juan David Castaño. Con ellos ha grabado dos discos: “Los cerros testigos” (2005) y “Urdimbres y mañas” (2007). Su pianismo es pulcro y desbordante de técnica. Ha sabido además extraer lo mejor de sus acompañantes para construir así una música suelta y llena de vaivenes.


Ricardo Gallo


Juan Sebastián Monsalve es un bajista que también proviene de Bogotá, aunque su acercamiento al jazz sucedió después de haber experimentado con el punk rock, el Boise y la música electrónica. Bien conocido en la escena local por sus colaboraciones con grupos como 1280 Almas, comadre Araña y Ensamble Curupira, Juan Sebastián grabó en 2001 en la ciudad de Nueva York “Bunde Nebuloso”, su primer disco de jazz al lado de dos maestros del género: Jason Lindner al piano y Jeff Ballard a la batería. En el año 2207 se unió a la pianista Adriana Vázquez y al baterista Pedro Acosta, con quienes grabó el disco “Raga que zumba”.


En las liner notes del álbum puede leerse lo siguiente:

“Raga que Zumba es un disco que a través del jazz hace un recorrido por músicas insospechadas como las sabaneras (“La turca vallenata”, “La puya rota” y “Lo se las siete sale sol”) y otras provenientes de los llanos colombo-venezolanos como lo es el caso del corte “Raga que zumba”, un genial encuentro que, conducido por la misteriosa voz de Anandita Basu, permite el cruce entre el zumba que zumba (aire tradicional de los llanos) y las ragas indias.”



El pianista Manuel Borda se aleja considerablemente de sus contemporáneos y paisanos en el disco que editó en 2001 -al lado de Sergio Gómez al contrabajo y Juan Camilo Anzola en la batería -, titulado “Imágenes”. Bogotano de nacimiento, Manuel Borda emigró a Barcelona donde ha continuado con su formación y sus proyectos musicales. En su disco debut, el pianista se decide por sonoridades abiertas, con mucho espacio para la improvisación y con una cualidad sosegada que da a la música un carácter algo crepuscular. Una rereza en medio de la explosión de colores acostumbrada por otros músicos de su generación.



Y finalmente me referiré a una mujer, cantante con una de las voces más ricas de su país. Lucía Pulido ha cimentado su carrera sobre todo en la fuerza de su canto y el tino para escoger su repertorio. Sin ser propiamente una cantante de jazz, su música está llena de referencias al género. Estilísticamente está mucho más cercana a la música folclórica de su país natal. En el año 2006 grabó dos discos con el guitarrista argentino Fernando Tarrés y su banda La Raza titulados “Song book I – Beliefs” y “Songbook II – Prayer”; en estos volúmenes Lucía muestra su lado más jazzístico, llevando por delante las canciones antiguas de Colombia así como composiciones contemporáneas. Desde hace varios años radica en Nueva York y colabora con los más importantes artistas de la competida escena de la Gran manzana.


Lucía Pulido


Estos son sólo algunos de los músicos que han hecho del jazz su medio de expresión. Este género apenas está rindiendo sus primeros frutos pero crece a pasos agigantados. Otro motivo más para ver a Colombia más allá del estereotipo.


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