lunes, 10 de mayo de 2010

NUEVA SEMANA!!

Jazz desde Colombia y Nueva York, esas son las paradas obligadas para nuestro viaje esta semana. Esperamos que disfruten de nuestra selección musical, así como de las noticias y videos que han sido actualizados.
Les dejo también mi columna, publicada este sábado en el diario Despertar. Espero sus comentarios como siempre, y sus sugerencias también.
Abrazos para todos y besos como balas.

Ox

SONORA PARED
EL NEW YORK DE LOU REED



Dentro de las pocas películas de la 51 Muestra Internacional de Cine que se exhibirán en Oaxaca, destaca “New York I Love You”, una cinta conformada por cortometrajes realizados por reconocidos actores y directores, siguiendo la línea marcada hace algunos años por la extraordinaria “Paris Je t’aime”. Pensando en la gran influencia que irradia sobre nuestras vidas aquella ciudad, también conocida como la gran manzana, recordé que hace más de 20 años uno de sus hijos predilectos le cantó en un hermoso, corrosivo y agridulce disco titulado simplemente “New York”


En varios sentidos podemos decir que Lou Reed reinventó el rock and roll llevándolo a un nivel de abstracción intelectual perfectamente combinado con sensualidad, drogas duras, sexo y poesía. Influenciado por la desnuda literatura de Elmore Schwartz y Raymond Chandler, Lou escribió canciones memorables como “heroin” o “all Tomorrow Parties” para el Velvet Underground, su primer grupo importante. En los 70 inició un camino en solitario que lo llevó a crear verdaderas obras maestras como “Transformer”, el disco compuesto al lado de David Bowie y con canciones llenas de sensualidad y glamour como “Perfect Day” “Satellite of love” y “Walk on the Wild Side”. Vendría también “Berlín”, la obra conceptual más truculenta de Lou Reed y posiblemente del rock.


Los ochenta sorprenden al artista casi consumido por sus excesos, pero finalmente se asenta en Nueva York, se casa en segundas nupcias con Silvia Morales el día de San Valentín y se acerca a la espiritualidad vía el cristianismo. De esa época es el disco que hoy nos ocupa, el trabajo reflexivo de un Lou Reed ya maduro, retirado de todas las tormentas y haciendo de New York su hogar y su amante. Lúcido, intimista y amable; sencillo en la forma. Quizás demasiado aséptico para sus antiguos fans; pero emotivo y humano hasta la generosidad.


“La ciudad es como una persona” decía Lou Reed cuando presentaba el disco allá a finales de los años 80. “A veces te maltrata y otras te hace sentir como el amante perfecto. Y por más que quieras seducirla ella siempre marcará su propio ritmo. Así que no te quedará nada más que hacer, sino amarla y ya”. Por supuesto Lou se refiere a la ciudad de sus amores, Nueva York, como la ciudad de los anónimos, donde la gente puede toparse con los famosos y jamás voltearán dos veces para reconocerlos.


Con la excepción de Bob Dylan, no hay un cantautor del rock que tenga la fama literaria de Lou Reed. Se la supo ganar, sin duda: en sus canciones se resuelve con originalidad y audacia la vieja tirantez entre lo alto y lo bajo. El rock, que para Reed es una de las pocas vías de salvación del hombre, alcanza en las creaciones de este neoyorquino tan furiosamente localista como universal una densidad poética poco común.


Algún crítico escribió lo siguiente acerca de la poesía de Lou: “La intensidad literaria de Reed no resulta una carga pesada para el modesto andamiaje de la canción. Su dicción arrastrada, la transparencia armónica de sus canciones, la métrica musical simple y muy terrenal, los solos de guitarra eléctrica festivos: los valores sonoros del arte de Reed --sobre los que no hay un consenso tan nítido como el que pende sobre sus letras-- ponen a la poesía en un primer plano, a la vez que le otorgan el toque leve de la música popular. En sus discos las letras plasman con gran fluidez personajes muy "reales" y situaciones lacerantes, imborrables. Sus aliteraciones y rimas internas, sus imágenes crudas y a la vez alucinantes y ese talento especial para contar todos los detalles de la soledad moderna sitúan a Reed en el pequeño círculo de letristas de rock que, teniendo una voz tan personal en los discos, se pueden leer sin música, en el silencio de un libro”.


Como todo trovador moderno, Reed cuenta historias más o menos marginales (de sexo, drogas y rock and roll), urbanas hasta la desesperación y capaces de enseñar por el dolor y la pérdida. En “New York” Lou aborda con amor, con amargura, con cierta pasión desangelada y un dejo de ironía las idas y venidas del “animal urbano” que todos llevamos dentro pero que en una ciudad como NY se magnifica. Con su mundo poético centrado en Nueva York --un crítico, exagerando un poco, dijo que Reed es a la Gran Manzana lo que Joyce fue a Dublin-- Lou Reed escribe y canta una obra de notable coherencia, ya clásica en la cultura norteamericana de la segunda mitad del siglo XX.


Heredero de los beatniks, Reed exalta la experiencia como vía de conocimiento y trascendencia. "El amor y el deseo de trascendencia discurren por estas canciones. Sus personajes siempre están moviéndose hacia algo, encuentran conflictos y tratan de solucionarlos" escribió el mismo crítico. Claro que esos conflictos no son los de una amable comedia al estilo de Sex and the City. Sus canciones engalanan las listas de temas "obscenos" contra las que suelen arremeter las Asociaciones de Padres de Familia en los EE.UU. Una ciudad habitada por vendedores de droga, sadomasoquistas, prostitutas para todo uso y seres solitarios que buscan el amor desesperadamente no encaja en los moldes del sueño americano. A veces, Reed es más preciso aún en las coordenadas: la ciudad de los años 80 que pinta en “New York” es la ciudad arrasada por el neoliberalismo republicano que se adueñó por esos años de corazones y mentes norteamericanos.
Una ciudad llena de Nuyoricans, irish, italos, poblanos, negros, y por supuesto los neoyorkinos de cepa, los que inventaron el término “workaholic”; pero también están las drag queens que desfilan por el orgullo gay cada año y a quienes Lou les dedica una canción en su disco. ¿Canciones de protesta y denuncia, entonces? No en el sentido de los cantantes folk de los 30, pero sí desde la sensibilidad caótica del rock menos complaciente.


Al igual que Leonard Cohen y su disco ”The Future”, Lou Reed y su “New York” son la desnuda radiografía de la democracia y el American Way of Life. En estos tiempos turbulentos escuchar a Lou Reed puede ser un acto subversivo en sí, pero también tiene que ver con el amor y con la esperanza de que, humanos, podremos un día alcanzar la liberación: de la carne, del orgullo, de las panaceas con que este mundo nos seduce.



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