lunes, 21 de junio de 2010

MI COLUMNA DE ESTE SABADO


SONORA PARED
DESDE LA CALLE PIEDAD



Una buena parte del jazz que se hace desde hace varios años parece estar embarcado en una carrera interminable por cerrar un círculo imposible. En algún momento en la década de los años 70 muchos músicos de jazz cambiaron su objetivo; dejaron de perseguir la consecución de una voz propia y se quedaron en el competitivo y fascinante universo del virtuosismo. Es decir, se volvió mas importante tocar más limpio, mas rápido y mejor; se volvió una cualidad per se conocer la armonía al derecho y al revés; pareció más importante deslumbrar con fuegos de artificio que construir una llama constante. Inmersos en esta loca carrera por el conocimiento, muchos músicos olvidaron que lo más importante es tener algo que decir y no simplemente hablar media docena de idiomas.


Quizás por eso de cuando en cuando se alzan las voces que reclaman porqué en los tiempos actuales no disfrutamos del arte de otro Miles Davis; por qué esta época no ha parido un genio de las alturas de Charlie Parker; dónde anda, en resumen, el relevo de los grandes del jazz que escribieron su historia no hace mucho tiempo.


Es cierto que el legado de Bird, Miles, Monk y otros es único e irrepetible; pero es cierto también lo que dijo Luis Alberto Spinetta en su Cantata de puentes amarillos: “nunca voy a decir que todo tiempo pasado fue mejor. Mañana es mejor”. Afortunadamente para el jazz, su espíritu ha sabido adaptarse al signo de los tiempos. Hoy, en pleno siglo XXI, con el advenimiento de una posmodernidad mutante y muy volátil, con la paulatina desaparición del soporte físico en las grabaciones y el auge de las redes sociales, podemos estar más cercanos a descubrir que los jóvenes músicos ya ni siquiera consideran al jazz como un estilo al que hay que sujetarse, sino como una fuente de la cual beber; completamente despreocupados por las etiquetas que se le puedan poner a su música. Esto es bueno porque otorga una libertad inusitada, pero en muchos casos resulta contraproducente, pues hoy en día estamos llenos de sonidos inconexos, producidos por virtuosos manejadores de instrumentos y tecnología, pero vacíos de todo contenido que alimente el alma.


Por ello observar las carreras de los grandes maestros que continúan en activo resulta alentador, y muchas veces son ellos los que con su sabiduría siguen construyendo el futuro. Uno de estos casos es el de John Scofield, el guitarrista norteamericano formado en la prestigiada Berklee College of Music y que desde la decada de los 80 del pasado siglo ha sido uno de los jazzistas más innovadores, llevando el sonido de la guitarra eléctrica a escenarios muy innovadores al lado de sus compañeros de generación Pat Metheny y Bill Frisell. En su juventud, John tocó con Charlie Mingus, Chet Baker, Gerry Mulligan, Gary Burton y Miles Davis, luego comenzó a liderar sus propios grupos y a grabar discos que lo sitúan en la actualidad como un referente para el jazz de los últimos 30 años. Sus proyectos más recientes nos dan una idea de su genialidad.


En el 2006 grabó con el trío Medeski, Martin & Wood el disco “Out Louder”, una mezcla fascinante de Funk, Rock, aires mexicanos y bossa nova. Un año después presentó “This Meets That”, grabado al lado de sus viejos compañeros Steve Swallow en el bajo y Bill Stewart en la batería, más una sección de alientos y la presencia de Bill Frisell en un tema. Aunque la música tiene un groove constante y bastante swing, la atmosfera es la de una versión posmoderna de la música de cámara, con la guitarra de Scofield abriendo camino en una terra incógnita, quizá de ahí venga el sugerente título del álbum: “Esto se encuentra con aquello”.


El proyecto más reciente del guitarrista es un álbum de Gospel y Blues. Dice Scofield: “Tenía ganas de grabar un proyecto de blues, pero entonces me di cuenta que existen millones de discos de blues ya grabados, así que tuve la idea de mejor hacer un disco con viejas canciones de Gospel” Con esta sencilla premisa John se trasladó a New Orleans, donde contactó con los músicos locales John Cleary (piano y voces) y George Porter Jr. (Bajo eléctrico); añadió a los bateristas Ricky Fataar y Shannon Powell, así como al vocalista de sessión John Boutté, y se metió al estudio con ellos y un puñado de canciones: “That’s Enough” y “99 and Half” de Dorothy Love Coates, “Something’s Got a Hold on Me” del reverendo James Cleveland, los himnos tradicionales “Motherless Child y “Walk With Me” mas un par de temas suyos. El resultado ha sido sorprendente para los críticos y los fans. John Scofield pone su guitarra y su inconfundible sonido al servicio de canciones que casi no admiten improvisación; toda la magia está en la atmósfera conseguida, en la empatía entre estos viejos lobos de mar que ponderaron por encima de todo el espíritu de las canciones.


Es refrescante escuchar a uno de los innovadores del jazz tocando respetuosamente y con alegría canciones que tienen más de cincuenta años. John Cleary canta frases como “Soy un soldado en el ejército de Dios”, “Tengo a Jesús y es suficiente”, y casi podemos escuchar el gozo de la banda tocando estas viejas tonadas. En el documental que acompaña a la presentación del disco John Scofield comenta divertido: “Siempre me ha gustado el Rhythm and Blues, y el gospel es como su hermano gemelo… el hermano bueno, claro. Al final pude grabar en estas canciones algo de blues guitar, entonces…” Entonces resulta que el viejo maestro se salió con la suya.


John Scofield y la Piety Street Band se presentarán en el club Voilá Acustique de la ciudad de México los próximos días 24 y 25 de junio; por ello dedicaremos nuestro programa del martes 22 a este disco genial. Los que puedan no deberían perderse este espectáculo único y comprobar que los grandes maestros siempre tendrán algo que decir más allá de las modas y las tendencias.

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