miércoles, 16 de junio de 2010

MI COLUMNA SEMANAL

SONORA PARED
FINDING FOREST



Me despierto sobresaltado por sucesivas sacudidas. Toda la habitación se mueve; hay un ruido ensordecedor de martillos neumáticos, escombros que caen, gritos de capataces. Suelto un gruñido y recuerdo que desde hace media semana una cuadrilla especialmente animosa se deleita en demoler la casa de junto. Lo he soportado bien otros días pero esta mañana yo quiero dormir. Hace apenas un par de horas me fui a la cama, después de una noche excitante de trabajo, buena música y el sosegado rumor de las ideas al alinearse. Estaba contento cuando me fui a dormir; una ligera claridad asomaba por la ventana, soplaba el viento y los sonidos de la ciudad apenas se percibían, amortiguados. Apago la laptop, me lavo el rostro y me deslizo suavemente entre las sábanas, mientras mi chica, con un suave respiro, me hace un hueco entre sus brazos.


Así que esos taladros están en mi cabeza y fuera de ella. Mi chica se ha marchado al trabajo y yo me levanto, sonámbulo y malhumorado, arrastrando los pies. Hago café e intento abrir los ojos a la claridad que me deslumbra. Con un movimiento automático enciendo el televisor mientras la cafetera crepita. Nada que ver, nada que ver, nada que… Ops! “Locos por el jazz en el canal 31, mmhh… y comienza en unos minutos, vaya”. Jamás había oído hablar de una película con ese nombre. Voy a la cocina a servirme una taza de café fresco, recién hecho, me entretengo contemplando las azoteas y los tinacos que las coronan. “si tuviera tabaco negro la mañana y el desayuno estarían completos” pienso para mi. Regreso a la sala, enciendo una vez más la tv y la película está comenzando.


La primera sorpresa es el reparto: el gran actor afroamericano Forest Whitaker interpreta a Buddy Chester, un trompetista que vive y trabaja en Nueva York; su mejor amigo es un saxofonista, se llama Al Gorky y es interpretado por otro gran actor, Jeff Goldblum. Ambos viven y gozan su arte, la bohemia, las mujeres y la noche, hasta que Buddy se entera que tiene un tumor cerebral inoperable. Me sorprende también el tono de la obra; la cinta es un fresco en tono de melodrama acerca de la amistad, el matrimonio, los anhelos y la inevitabilidad de la muerte. Su título original es “Lush Life”, como la famosa canción de Billy Strayhorn; fue filmada en 1993 para la televisión; la música es de Lennie Niehaus y fue escrita y dirigida por Michael Elias.


Forest Whitaker es ese hermoso actor que deslumbró a medio mundo con su vibrante interpretación de Charlie Parker en la cinta de Clint Eastwood “Bird”. En su carrera ha interpretado personajes de una intensidad conmovedora, como el soldado que se enamora de la novia de su enemigo en la extraordinaria “The Crying Game” de Neil Jordan, o el samurai que vive sólo por el honor en la cinta de Jim Jarmush “Ghost Dog”. Su papel en la cinta “El último rey de Escocia”, donde interpreta al dictador Idi Amin le valió un Oscar como Mejor Actor en el año 2007. Verlo interpretar a otro jazzista, apenas 5 años después de reencarnar a Parker es una delicia. Por estos días Forest Whitaker está a punto de meterse en la piel de otra leyenda del jazz: Louis Armstrong, en una cinta que además dirigirá y que lleva por título tentativo “What a Wonderful World”


Al parecer el fenómeno de las llamadas “biopics” sigue cosechando frutos, sobre todo en Hollywood. Se ha anunciado también que en estos meses comenzará a rodarse una cinta basada en la vida del trompetista Chet Baker, llevando al actor Josh Harnett en el papel principal. Yo me pregunto, ¿cuántas películas memorables podrían hacerse, basadas en las fascinantes y muchas veces dolorosas vidas de los jazzmen? Imagino a John Coltrane experimentando su despertar espiritual, viendo la luz al final del tunel de las drogas y el alcohol. El saxofón en la mano y el cigarro atornillado a los labios. Imagino a Art Pepper entrando y saliendo de las penitenciarías, cada vez más ajado, con más tatuajes en el cuerpo y con esa mirada de lobo solitario que brilla alumbrada por la incandescencia de un solo en medio de la noche. Casi puedo ver en cinemascope a Clifford Brown, corriendo a toda velocidad en su automóvil un segundo antes de estrellarse y acabar con su vida de gigante a los 24 años.


Pero no; no siempre la industria ha sabido guardar respeto por los genios. Ahí está la cinta sobre la vida de Billie Holiday para probarlo. Quizás sea mejor así; que el recuerdo de estos grandes quede retratado en su obra; los discos maravillosos registrados para la posteridad; unas cuantas anécdotas y fotografías que casi siempre nos permiten evocar la atmósfera de toda una época, de un contexto.


Termino de ver la cinta ya bien entrada la mañana. A los taladros y los gritos se suma el vecino de arriba; parece que compone alguna puerta porque se oyen martillazos esporádicos. El ruido en este pequeño departamento se está volviendo insoportable. Yo me sirvo otra taza de café y comienzo a teclear mi colaboración para el diario. Apenas tengo una hora para entregar a tiempo, pero no me preocupo. En mi cabeza Forest/Buddy me sonríe mientras toma la trompeta y se larga con una versión efervescente de “Cherokee”. Hermosa la escena. Hermoso él…


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