lunes, 5 de julio de 2010

MI COLUMNA SEMANAL


SONORA PARED
MANFREDO Y EL DOLOR DE ESTÓMAGO

1

Una punzada intermitente que se agudiza y con el paso de las horas se convierte en un dolor seco, recorrido por oleadas de espasmos. El sudor frío se transforma en fiebre y los intestinos se convierten en la versión más prosaica de aquellos versos de Ludwig Zeller: “Un tubo sin remedio”. Estoy irremediablemente infectado.

En medio de los espasmos de la infección intento continuar con mi vida normal, pero la enfermedad no cede. Ya han pasado 24 horas y mi organismo no tolera ningún alimento. He mordisqueado desganadamente una tostada, he sorbido a medias un puchero de sopa y he tragado sin gusto algo de arroz hervido. Todo ello se fue de mi cuerpo sin dejar rastro. Las ojeras ya se me notan, estoy sediento y me duelen los huesos. No puedo trabajar.

Cierro la compu, tomo el Ipod y busco un disco que haga más llevadero este trance. Entre temblores de mis manos elijo al azar. Cierro los ojos y escucho…


2

Manfredo Fest nació en Porto Alegre, Brasil, en 1936 y falleció a los 63 años en Florida. Fue un pianista exquisito, con un maravilloso sentido del swing, una manera muy percusiva de acercarse al piano y sobre todo un delicado compositor e improvisador. Su condición de ciego no le impidió desvelar los secretos del monstruo de 88 teclas. Nunca fue conocido de manera masiva, pero su discografía, aunque escasa, es motivo de estudio para jóvenes pianistas; en ese puñado de grabaciones nos dejó un resumen y un estudio profundo de esa mezcla fascinante entre el jazz y la Bossa Nova.

Fue una afortunada coincidencia que yo me topara con su disco de 1989 “Jungle Cat”, donde grabó al lado del baterista Portinho, el bajista Paul Socolow y el percusionista Cyro Baptista. Además contó con la participación del trompetista Claudio Roditi y el vibrafonista Dave Samuels como invitados. El álbum está lleno de brillo y luz; su exhuberancia alcanza para imaginar a ese “Jungle Cat” de colores vivos caminando por la fronda de una selva húmeda y palpitante. Manfredo escribió el tema que titulaba el disco, además de “Clearwater Sunset”, “Dig This Samba”, “Bossa Blues # 2”, “Coolin’ Off” y “Hermeto”; el resto del disco se compone por un tema de Milton Nascimento, “Bridges”; un tema de Jobim, “O Morro”; un clásico de Vinicius de Moraes, “Chega de Saudade” y el famoso standar “Stella By Starlight”.

Pocos discos consiguen engancharme a tal punto que soy capaz de recordar cada solo y cada recoveco instrumental; éste lo consiguió desde la primera escucha. Recuerdo que “Jungle Cat” sonaba constantemente en las noches del viejo “Bar Fantasma”, el programa de radio que comenzamos Gonzalo Santiago y yo en 1994. Luego, cuendo comencé a hacer programas de jazz en la Corporación oaxaqueña de Radio y Televisión Manfredo y su disco excepcional tuvieron un lugar predominante.

Poco sabía de la vida de este hombre hasta que el Internet ofreció algunos datos; sin embargo, la noticia de su muerte fue para mí una terrible sorpresa. Recuerdo que estaba platicando con Guilhierme Monteiro, guitarrista brasileño que a principios de la década del 2000 tocaba en la banda de Lila Downs, y en algún momento le pregunté si conocía a un tal Manfredo Fest; “Por supuesto, –me dijo- toqué con él algunas veces, hace varios años… Extraordinario músico… falleció hace no mucho, ¿sabes?”

Con el paso del tiempo he logrado conseguir otras grabaciones suyas, pero ninguna encierra la magia de Jungle Cat. Este fue su disco debut en los Estados Unidos; quizás por ello el repertorio está perfectamente escogido y balanceado. Es un disco que merece ser conocido por más personas, y reivindicado por la historia del jazz.


3

40 minutos después el dolor no cede; la cabeza es una bola informe que palpita; la luz, cuchillos que atraviesan mis ojos. Sin embargo, en esos 40 minutos me transporté a la jungla, corrí divertido detrás de las hormigas, me desnudé para zambullirme en una poza de aguas cristalinas, me detuve y contuve mi respiración al escuchar los pasos del gato selvagem. Por un instante los latidos de mi corazón se sintonizaron con los tambores de Portinho, con las campanas de Cyro, con las gotas de lluvia que se vuelven acordes en las manos de Manfredo.

Termina “Hermeto”, la pieza final de Jungle Cat. Apago el Ipod y respiro hondo. Aún no sé que me quedan varios días de dolores, espasmos y sudores fríos… pero esos cuarenta minutos de música han sido un paseo en las orillas del paraíso.


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