martes, 2 de octubre de 2012

RETOMANDO EL CAMINO

Recomenzamos hoy nuestra labor de difusión del jazz en este blog, abandonado desde hace tiempo por razones que no vienen al caso mencionar. A partir de esta fecha ya podrán enterarse de la actualidad del jazz. Esperamos sus comentarios y sugerencias.



















Oscar Javier Martínez


ERIC J. HOBSBAWM y el jazz 







Eric Hobsbawm falleció en un hospital de Londres en la madrugada del 1 de octubre. Contaba la respetabilísima edad de 95 años dedicados a la historia desde una lúcida y siempre confesa visión marxista que le llevó a ser una de los intelectuales británicos más admirado y respetado en todo el mundo a lo largo de varias generaciones. Su última obra publicada vio la luz el pasado año bajo el título How to Change the World.

Cuadernos de Jazz recupera un artículo-entrevista publicado en el número 54 (septiembre/octubre de 1999), en el que Hobsbawm hablaba con el autor de otra de sus grandes pasiones, la música de jazz.

Por Mario Ranalletti
Nadie -excepto algu­nos franceses con respecto a su último libro- duda de que Eric John Ernst Hobsbawm (Alejandría, 1917) es uno de los historia­dores de mayor tras­cendencia de este si­glo. A lo largo de su extensa carrera ha realizado numerosos aportes tanto al campo de la historio­grafía como al avance del conoci­miento histórico entre el público no académico; sus obras -una inusual combinación de erudición, política y belleza narrativa-, pertenecen ya por igual al mundo académico como al de los lecto­res comunes. Nadie como él ha logrado integrar en un mismo re­lato los hechos y los motivos de los mismos al narrar la historia de los siglos XIX y XX. Sin embargo, no es tan conocido su desem­peño como hombre de jazz, otro de los tópicos que ocupan un lugar preponderante entre los intereses de Hobsbawm; para él, se trata de una forma del arte que, “desde las emociones cotidianas, construyó manifestaciones artísticas, sin perder nada de su intensidad, sin me­diaciones” (1).

Fue durante los 60, bajo el seudónimo de Francis Newton (un homenaje al trompetista Frankie Newton), algo así como un historiador del jazz o periodista especializado para las prestigiosas The New Statesman y The New York Review of Books. Los escritos de Hobsbawm para estas publicaciones (que incluyen críticas de conciertos, de discos y ensayos sobre músicos y tenden­cias) se integraron en un libro originalmente publicado en 1959 y reeditado en 1961 y 1993, The Jazz Scene. Allí, el autor de The Age of Extremes -gran libro que perdió su original y polémico título en la traducción española- expone no sólo la prehistoria y la historia del jazz sino también sus propios gustos musicales, biografías de músicos (Armstrong, Ray Charles, Monk, Bechet, etc.) y de sus instrumentos, su particular manera de ver el jazz en relación a un determinado contexto histórico y político, y un extenso y brillante ensayo sobre Duke Ellington.

Son muchos los atractivos de este li­bro pero quizá la marca distintiva es que nunca deja de ser un libro de historia, un texto donde la huella del pasado y la escritura del profesional no importuna la exposición de sus opiniones sobre música. Quizás resulte un híbrido para los musicólogos; no obs­tante, pocos libros combinan aspectos históricos, sociológi­cos y estrictamente musicales sobre el jazz. Entre otras, apreciaciones sobre el jazz como “mú­sica de diáspora”, una excelente expli­cación de las relacio­nes entre las escalas de origen africano y las europeas, o un capítulo sobre cómo reconocer el jazz, mantienen un equilibrio constante entre la información musical y la inserción de la misma en un contexto histórico. Una fina percepción de los determinantes sociales en el gusto artístico es la característica dominante de la es­critura de Hobsbawm; aunque siempre ha rechazado aventurarse en cualquier tipo de predicción, Hobsbawm logró at time notar el pro­fundo cambio que implicaría para Miles Davis la inmersión en la fusión; The Jazz Scene, en varios pasajes, preanuncia el rumbo fu­turo del genial músico. Del mismo modo que el resto de su extensa obra, este libro fue traducido a varios idiomas -aunque aún no al español-, contándose con ediciones francesas, italianas, japonesas, checas y griegas.

En noviembre de 1998, Hobsbawm pasó por Buenos Aires, y su es­tadía se convirtió en una suerte de evento mediático de masas. Invitado por una de las mejores librerías porteñas (Prometeo Libros) y por su agente español, el Grupo Grijalbo-Mondadori, esta situación me brindó la oportunidad de vivir uno de los más impor­tantes momentos de mi carrera como historiador: conocer personal­mente a Hobsbawm y charlar con él sobre jazz y sobre historia del siglo XX. Si su libro sobre jazz había sido “la reacción de una per­sona a la experiencia de sesenta años de jazz”, el encuentro de 1998 implicaba en teoría la posibilidad de un enriquecimiento de su perspectiva a partir del tiempo transcurrido desde la primera pu­blicación de sus escritos sobre jazz.


Amable, lúcido y dueño de un exquisito humor, Hobsbawm me re­cibió en su hotel con el motivo de una entrevista para la Librería Prometeo. El postmoderno, lujoso y sofisticado ambiente de la en­trevista no se condecía con la erudición -casi decimonónica- desplegada por Hobsbawm en la entrevista; “el jazz es como el primer amor: empieza más o menos a la misma edad, pero es más perma­nente”, me dijo en su primera intervención. Para mí fue una suerte de flashback, pues esto era el comienzo de la Introducción a la edi­ción de 1993 de su libro sobre jazz -un comentario del escritor checo Josef Skvorecky-; pero también me retrotrajo a lo que dice del historiador inglés el clarinetista Tony Coe (2): “Hobsbawm no considera al jazz como una parte aislada de la experiencia humana, sino en tanto totalidad. Era, también, una muestra de coherencia in­telectual: ligar su propia experiencia personal a un marco histórico más general es una de las estrategias más utilizadas por Hobsbawm en su trabajo como historiador”. La mirada de Hobsbawm sobre el jazz no permite establecer una demarcación tajante entre música e historia, pues se apresura a incluirla en su propia biografía: es “la música de mi juventud -agrega-, es decir, el final de los años 30”. Exiliado de la Alemania nazi, donde residió con su familia hasta 1933, se instaló en Londres, lugar que se constituiría en su patria espiritual; allí se produjo su primer encuentro con el jazz: en 1933 visitaba Gran Bretaña la orquesta de Duke Ellington.

Corrían los años 30 y el joven Hobsbawm se inclinaba por las big bands, abun­dantes por esa época. “Pero debo reconocer -aclara inmediata­mente- que 20 años más tarde descubrí que vivía otra edad de oro del jazz, a principios de los 50”. Es por estos años, con la aparición del cool, que Hobsbawm comienza sus trabajos sobre jazz; éste no era un tema demasiado bien visto entre los profesionales de la his­toria por entonces, situación a la que podemos atribuir la adopción del seudónimo. Pero también, como cuenta Tony Coe, Hobsbawm no se presentaba en los lugares con su nombre verdadero, y pasaría mucho tiempo hasta que sus conocidos en el mundo del jazz lo aso­ciaran con el historiador que comenzaba a ser respetado, discutido y admirado en todo el mundo.


Continuamos la conversación en una fugaz visita a la librería Prometeo, por muchas razones un lugar más adecuado. Hobsbawm se entusiasma con el recuerdo de los años 50. “Había en esos tiem­pos cosas extraordinarias. Por ejemplo, las primeras grabaciones del quinteto de Miles Davis; estaba claro que había allí algo nuevo y muy vivo”, comenta en un tono de profunda admiración. Las lembraças se detienen un momento, cuando repara en la ambientación musical: estábamos escuchando -y no por casualidad- What Is this Thing Called Love, en la versión incluida en el disco Jam Session (Verve, 1990). “Cada intérprete es un solista”, dice y demanda la confirmación de su audición: Bird en el saxo alto. “Tuve ciertas dificultades al principio para ajustarme a Charlie Parker, gran personaje, pero luego descubrí lo maravilloso de este gran artista. En este sentido, soy tradicio­nal, bastante conservador...”, se confiesa Hobsbawm. Mientras hace un paréntesis para autografiar algunos de sus libros, vuelve sobre sus recuerdos e impresiones: “De allí en más, desde los 60, no me encontré con co­sas parecidas. Aunque, para ser justo, hoy en día hay muchos bue­nos intérpretes, pero falta aquella originalidad de la década de los 50, me parece; sin dudas, el corolario de esta época maravillosa lo constituye la carrera de Coltrane. Hasta que entra en su etapa mís­tica. Incluso hasta el primer Ornette Coleman, se pueden reconocer las raíces del blues; luego esto desaparece y estamos en presencia, tal vez, de otra música”.

El último tema de la charla fue la relación preferida de Hobsbawm: el presente y el futuro. Pero, ¿tiene futuro el jazz? Es una cuestión que Hobsbawm retoma desde su propia Introducción a The Jazz Scene. Nacido como música de rango inferior, se ha transformado hasta alcanzar la redención: un tesoro cultural aceptado, compuesto por un repertorio de estilos musicales, cultivados por artistas -in­cluso algunos jóvenes- para un sector de la sociedad de mediana edad y buen pasar económico (negros, blancos y turistas japoneses). El jazz parece haberse fosilizado y la pregunta derivada de la ante­rior es si es ésta una crisis terminal. “Si así lo fuera, dice Hobsbawm, de poco valdría que Clint Eastwood haya construido un mausoleo de celuloide para Bird o que las peluquerías incluyan en su ambiente cintas de Billie Holiday”. Eric Hobsbawm (el historiador del siglo), tan sabio para el jazz como para la historia de la Revolución Industrial: como los buenos vinos, como el buen jazz, el paso del tiempo no hace más que mejorarlo.

(1) Hobsbawm, Eric J.: The Jazz Scene, Nueva York, Pantheon Books,
Introduction, 1993.

(2) Coe, Tony: Hobsbawm and Jazz: Samuel, Raphael, Stedman Jones, Gareth (Eds.), Culture, Ideology and Politics: Essays for Eric Hobsbawm, Londres, Routledge, págs.: 149-57, 1982.

Nota del autor
Quiero expresar mi agradecimiento a Lousie Machin, de la editorial Routledge,   por haberme ayudado a conseguir valiosos materiales para esta nota.

© Cuadernos de Jazz, 1999-2012

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