A Cesare Pavese
A mi viejo, Carlos Jacobo Martínez
Llegó callada a tocar unas manos febriles, y cesó el llanto
Llegó ruidosa, empapada de humo, maloliente
Llegó sin detenerse en la vereda, se levantó como neblina
Llegó y sin avisar hizo callar la música
Tuvo mis ojos un instante, fue la forma de esa alcoba gris
Revoleó su falda triste sobre el tejado de una noche sin alma
Blandió media sonrisa para los perros que la miraban azorados
Mostró sus palmas dulces al reflejo lunar
Las mejillas afiladas
El costillar sin velamen y sin sotavento
Vino para decirme que siempre estuvo aquí
Vino para acercarme al corazón de los que parten
En un fragmento del tiempo que se me escapó siempre
Hasta que la piel se hizo tambor y la voz desierto
Vino para dejarme en un abrazo
La vieja hoguera de sus días interminables
El salado sabor de su verdad
Y en ese fugaz vuelo
Aprendí a dar
Como dijiste, flaco
A dar Luz al instante...
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