EL SEXTO CONTINENTE: QUERENCIAS

A lo largo de los años en mi oficio de periodista musical -curioso del jazz sería una mejor acepción- he tenido la fortuna y la oportunidad de cubrir conciertos y festivales en muchos sitios, y cada una de estas experiencias me han dejado una particular huella en el corazón.

Pero más allá de la experiencia periodística y el disfrute meramente musical, los momentos que mas valoro son aquellos que me permiten encontrarme con maravillosos seres humanos; personas que, siendo o no artistas del jazz, me han dejado alguna enseñanza importante, alguna impronta que queda guardada en el alma y que atesoro: el conductor del auto que charla conmigo de camino al hotel; el colega periodista que cuenta anécdotas sabrosísimas y que no pierde la humildad a pesar de su veteranía; los chicos y chicas que recién se acercan al jazz con el corazón núbil y se dejan seducir por estos sonidos impredecibles; el músico que al terminar su solo te guiña el ojo como preguntando "¿y bien, esto marcha o qué?"

Porque al final de cuentas no importa si es un gran festival en Paris, un club en Lisboa, un desvencijado teatro en la Toscana, una plaza pública en el DF o una biblioteca en Oaxaca; lo que en verdad importa es el alma humana comunicándose más allá de las palabras, el corazón que habla un lenguaje antiguo y perfectamente entendible, aún para el lego. Lo que en verdad importa es reconocerse en el otro en la pasión del jazz, que es al mismo tiempo la pasión por vivir...

Mucho de todo esto me sucedió en Colima, en el marco de su tercer festival de jazz, del cual les contaré en los programas de esta semana; mientras tanto, les dejo un pequeño registro fotográfico de algunos mágicos encuentros que llevo en el almita y que estoy seguro no van a irse jamás...