domingo, 27 de octubre de 2013

UN POETA PARA UNA CIUDAD



Acaba de fallecer Lou Reed, poeta del underground y tremenda influencia para el rock de los últimos 40 años. En 2002 escribí este pequeño artículo para una revista, a propósito del disco "New York". Aquí lo comparto a manera de homenaje para un artista que también me influenció y nutrió mi educación con el óxido delicioso de su arte.


EN LO ALTO HAY UNA PUERTA, NO UN MURO
New York, de Lou Reed. 1989

Oscar Javier Martínez





Han pasado mas de seis meses de aquél terrible martes negro en el que no solamente se derrumbaron las torres gemelas sino también el sueño de una humanidad que cruzara el milenio con armonía, con entendimiento y con paz. Quedó demostrado que si algo ha sido capaz de globalizarse por completo, ese algo se llama terror. La violencia no respeta fronteras y se ha sembrado en los corazones de niños, mujeres, ancianos y sobre todo aquellos que en nombre de una fe torcida, de una ambición voraz o del deseo de venganza han hecho de la muerte moneda corriente... pero bueno, hoy no vamos a hablar de muerte ni mucho menos; hoy quiero compartir con ustedes algunos comentarios con respecto a un disco editado en 1989, del prolífico cantante y compositor Lou Reed y titulado New York. Este disco es un largo poema de amor a la ciudad que jamás duerme, a la nueva babel, a la manzana que es jardín y botín de muchos. Un viaje a través de las calles, los rostros, los aromas, los miedos, la magia y el encanto de una ciudad que es cantada por uno de sus hijos más inquietos. 


Antes que nada hay que decir quien es Lou Reed: el hombre que reinventó el rock and roll llevándolo a un nivel de abstracción intelectual perfectamente combinado con sensualidad, drogas duras, sexo y poesía. Influenciado por la desnuda literatura de Elmore Schwartz y Raymond Chandler, Lou escribió canciones memorables como “heroin” o “all Tomorrow Parties” para el Velvet Underground, su primer grupo importante. En los 70 inició un camino en solitario que lo llevó a crear verdaderas obras maestras como “Transformer”, el disco compuesto al lado de David Bowie y con canciones llenas de sensualidad y glamour como “Perfect Day” “Satellite of love” y “Walk on the Wild Side”. Vendría también “Berlín”, la obra conceptual mas truculenta de Lou Reed y posiblemente del rock; en ella se narra la atmósfera de tres personajes a quienes la droga esta haciendo mella.

Los ochenta sorprenden al artista casi consumido por sus excesos, pero finalmente se asenta en Nueva York, se casa en segundas nupcias con Silvia Morales el día de San Valentín y se acerca a la espiritualidad vía el cristianismo. Su obra entra en un bache creativo hasta que vuelve a su primer amor, su ciudad natal. En 1989 Lou graba y edita el disco que hoy nos ocupa, un trabajo reflexivo que nos muestra a un Lou Reed ya maduro, retirado de todas las tormentas y haciendo de New York su hogar y su amante. Lúcido, intimista y amable; también despojado de cualquier tono perverso, sencillo en la forma y puerta a su posterior trayectoria. Quizás demasiado aséptico para sus antiguos fans; pero emotivo y humano hasta la generosidad. 


“La ciudad es como una persona” decía Lou Reed cuando presentaba el disco allá a finales de los años 80. “A veces te maltrata y otras te hace sentir como el amante perfecto. Y por más que quieras seducirla ella siempre marcará su propio ritmo. Así que no te quedará nada más que hacer, sino amarla y ya”. Por supuesto Lou se refiere a la ciudad de sus amores, Nueva York, como la ciudad de los anónimos, donde la gente puede toparse con los famosos y jamás voltearán dos veces para reconocerlos.

Con la excepción de Bob Dylan, no hay un cantautor del rock que tenga la fama literaria de Lou Reed. Se la supo ganar, sin duda: en sus canciones se resuelve con originalidad y audacia la vieja tirantez entre lo alto y lo bajo. El rock, que para Reed es una de las pocas vías de salvación del hombre, alcanza en las creaciones de este neoyorquino tan furiosamente localista como universal una densidad poética que es la antípoda del "I love you..." de los años bárbaros, de los comienzos del género.

Algún crítico escribió lo siguiente acerca de la poesía de Lou: “La intensidad literaria de Reed no resulta una carga pesada para el modesto andamiaje de la canción. Su dicción arrastrada, la transparencia armónica de sus canciones, la métrica musical simple y muy terrenal, los solos de guitarra eléctrica festivos: los valores sonoros del arte de Reed --sobre los que no hay un consenso tan nítido como el que pende sobre sus letras-- ponen a la poesía en un primer plano, a la vez que le otorgan el toque leve de la música popular. En sus discos las letras plasman con gran fluidez personajes muy "reales" y situaciones lacerantes, imborrables. Sus aliteraciones y rimas internas, sus imágenes crudas y a la vez alucinantes y ese talento especial para contar todos los detalles de la soledad moderna sitúan a Reed en el pequeño círculo de letristas de rock que, teniendo una voz tan personal en los discos, se pueden leer sin música, en el silencio de un libro”.


Para completar el comentario, un fragmento de “Dirty Boulevard”

Pedro vive fuera del Hotel Wilshire
El mira hacia fuera por una ventana sin cristales
Los muros están hechos de cartones
Periódicos a sus pies

Su padre le golpea porque está demasiado cansado para rogar

(...)

Esta habitación cuesta 2000 dólares al mes

Puedes creerlo, amigo, es verdad
En alguna parte el casero se está riendo hasta mearse en los pantalones
Aquí nadie sueña con llegar a ser un doctor o un abogado o alguna cosa
Ellos sueñan con marcharse del sucio bulevar
(...)

Y cuando regresa al Wilshire
Pedro se sienta allí soñando que ha encontrado un libro sobre magia en un garaje
Mira las ilustraciones y permanece con los ojos fijos en el techo agrietado
Contando hasta tres, dice
Espero que yo pueda desaparecer
Y volar, volar lejos,
De éste sucio bulevar
Yo quiero volar, lejos,
De este sucio bulevar



Como todo trovador moderno, Reed cuenta historias más o menos marginales (de sexo, drogas y rock and roll), urbanas hasta la desesperación y capaces de enseñar por el dolor y la pérdida. En “New York”, el disco que nos ocupa, Lou aborda con amor, con amargura, con cierta pasión desangelada y un dejo de ironía las idas y venidas del “animal urbano” que todos llevamos dentro pero que en una ciudad como NY se magnifica. Con su mundo poético centrado en Nueva York --un crítico, exagerando un poco, dijo que Reed es a la Gran Manzana lo que Joyce fue a Dublin--  Lou Reed escribe y canta una obra de notable coherencia, ya clásica en la cultura norteamericana de la segunda mitad del siglo XX.


Heredero de los beatniks, Reed exalta la experiencia como vía de conocimiento y trascendencia. "El amor y el deseo de trascendencia discurren por estas canciones. Sus personajes siempre están moviéndose hacia algo, encuentran conflictos y tratan de solucionarlos", escribió el mismo crítico. Claro que esos conflictos no son los de una amable comedia por cable. Canciones como Chicas de Chelsea
, Date una vuelta por el lado salvaje, Heroina y Vicioso engalanan las listas de temas "obscenos" contra las que suelen arremeter las asociaciones de Padres de Familia en los EE.UU. Una ciudad habitada por vendedores de droga, sadomasoquistas, prostitutas para todo uso y seres solitarios que buscan el amor desesperadamente no encaja en los moldes del sueño americano. A veces, Reed es más preciso aún en las coordenadas: la ciudad de los años 80 que pinta en “New York” es la ciudad arrasada por el neoliberalismo republicano que se adueñó por esos años de corazones y mentes norteamericanos. Una ciudad llena de Nuyoricans, irish, italos, poblanos, negros, y por supuesto los neoyorkinos de cepa, los que inventaron el término “workaholic”.pero también están las drag queens que desfilan por el orgullo gay cada año y a quienes Lou les dedica una canción en su disco.  ¿Canciones de protesta y denuncia, entonces? No en el sentido de los cantantes folk de los 30, pero sí desde la sensibilidad caótica del rock menos complaciente.

Al igual que Leonard Cohen y su disco ”The Future”, Lou Reed y su “New York” son la desnuda radiografía de la democracia y el American Way of Life, que ya dá sus primeros signos de descomposición. En estos tiempos turbulentos escuchar a Lou Reed puede ser un acto subversivo en sí, pero también tiene que ver con el amor y con la esperanza de que, humanos, podremos un día alcanzar la liberación: de la carne, del orgullo, de las panaceas con que este mundo nos seduce.... ya veremos.

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