Acaba de fallecer Lou Reed, poeta del underground y tremenda influencia para el rock de los últimos 40 años. En 2002 escribí este pequeño artículo para una revista, a propósito del disco "New York". Aquí lo comparto a manera de homenaje para un artista que también me influenció y nutrió mi educación con el óxido delicioso de su arte.
EN LO ALTO HAY UNA PUERTA, NO UN MURO
New York, de Lou Reed. 1989
Oscar Javier Martínez
Han pasado
mas de seis meses de aquél terrible martes negro en el que no solamente se
derrumbaron las torres gemelas sino también el sueño de una humanidad que
cruzara el milenio con armonía, con entendimiento y con paz. Quedó demostrado
que si algo ha sido capaz de globalizarse por completo, ese algo se llama
terror. La violencia no respeta fronteras y se ha sembrado en los corazones de
niños, mujeres, ancianos y sobre todo aquellos que en nombre de una fe torcida,
de una ambición voraz o del deseo de venganza han hecho de la muerte moneda
corriente... pero bueno, hoy no vamos a hablar de muerte ni mucho menos; hoy
quiero compartir con ustedes algunos comentarios con respecto a un disco
editado en 1989, del prolífico cantante y compositor Lou Reed y titulado New
York. Este disco es un largo poema de amor a la ciudad
que jamás duerme, a la nueva babel, a la manzana que es jardín y botín de muchos.
Un viaje a través de las calles, los rostros, los aromas, los miedos, la magia
y el encanto de una ciudad que es cantada por uno de sus hijos más inquietos.
Antes que nada hay
que decir quien es Lou Reed: el hombre que reinventó el rock and roll llevándolo
a un nivel de abstracción intelectual perfectamente combinado con sensualidad,
drogas duras, sexo y poesía. Influenciado por la desnuda literatura de Elmore
Schwartz y Raymond Chandler, Lou escribió canciones memorables como “heroin” o
“all Tomorrow Parties” para el Velvet Underground, su primer grupo importante.
En los 70 inició un camino en solitario que lo llevó a crear verdaderas obras
maestras como “Transformer”, el disco compuesto al lado de David Bowie y con
canciones llenas de sensualidad y glamour como “Perfect Day” “Satellite of
love” y “Walk on the Wild Side”. Vendría también “Berlín”, la obra conceptual
mas truculenta de Lou Reed y posiblemente del rock; en ella se narra la
atmósfera de tres personajes a quienes la droga esta haciendo mella.
Los ochenta
sorprenden al artista casi consumido por sus excesos, pero finalmente se asenta
en Nueva York, se casa en segundas nupcias con Silvia Morales el día de San
Valentín y se acerca a la espiritualidad vía el cristianismo. Su obra entra en un bache creativo hasta que vuelve a su primer amor, su ciudad natal. En 1989 Lou graba y edita
el disco que hoy nos ocupa, un trabajo reflexivo que nos muestra a un Lou Reed ya maduro,
retirado de todas las tormentas y haciendo de New York su hogar y su amante.
Lúcido, intimista y amable; también despojado de cualquier tono perverso,
sencillo en la forma y puerta a su posterior trayectoria. Quizás demasiado
aséptico para sus antiguos fans; pero emotivo y humano hasta la generosidad.
“La ciudad es como una persona” decía Lou Reed cuando presentaba el
disco allá a finales de los años 80. “A veces te maltrata y otras te hace
sentir como el amante perfecto. Y por más que quieras seducirla ella siempre
marcará su propio ritmo. Así que no te quedará nada más que hacer, sino amarla
y ya”. Por supuesto Lou se refiere a la ciudad de sus amores, Nueva York, como
la ciudad de los anónimos, donde la gente puede toparse con los famosos y jamás
voltearán dos veces para reconocerlos.
Con la excepción de
Bob Dylan, no hay un cantautor del rock que tenga la fama literaria de Lou
Reed. Se la supo ganar, sin duda: en sus canciones se resuelve con originalidad
y audacia la vieja tirantez entre lo alto y lo bajo. El rock, que para Reed es
una de las pocas vías de salvación del hombre, alcanza en las creaciones de
este neoyorquino tan furiosamente localista como universal una densidad poética
que es la antípoda del "I love you..." de los años bárbaros, de los
comienzos del género.
Algún crítico escribió lo siguiente acerca de la poesía de Lou: “La intensidad literaria de Reed no resulta una carga pesada para el modesto andamiaje de la canción. Su dicción arrastrada, la transparencia armónica de sus canciones, la métrica musical simple y muy terrenal, los solos de guitarra eléctrica festivos: los valores sonoros del arte de Reed --sobre los que no hay un consenso tan nítido como el que pende sobre sus letras-- ponen a la poesía en un primer plano, a la vez que le otorgan el toque leve de la música popular. En sus discos las letras plasman con gran fluidez personajes muy "reales" y situaciones lacerantes, imborrables. Sus aliteraciones y rimas internas, sus imágenes crudas y a la vez alucinantes y ese talento especial para contar todos los detalles de la soledad moderna sitúan a Reed en el pequeño círculo de letristas de rock que, teniendo una voz tan personal en los discos, se pueden leer sin música, en el silencio de un libro”.
Para completar el
comentario, un fragmento de “Dirty Boulevard”
Pedro vive fuera
del Hotel Wilshire
El mira hacia
fuera por una ventana sin cristales
Los muros están
hechos de cartones
Periódicos a sus
pies
Su padre le golpea porque está demasiado cansado para rogar
(...)
Esta habitación cuesta 2000 dólares al mes
Puedes creerlo,
amigo, es verdad
En alguna parte
el casero se está riendo hasta mearse en los pantalones
Aquí nadie sueña
con llegar a ser un doctor o un abogado o alguna cosa
Ellos sueñan con
marcharse del sucio bulevar
(...)
Y cuando regresa
al Wilshire
Pedro se sienta
allí soñando que ha encontrado un libro sobre magia en un garaje
Mira las
ilustraciones y permanece con los ojos fijos en el techo agrietado
Contando hasta
tres, dice
Espero que yo
pueda desaparecer
Y volar, volar
lejos,
De éste sucio
bulevar
Yo quiero volar,
lejos,
De este sucio
bulevar
Como todo trovador
moderno, Reed cuenta historias más o menos marginales (de sexo, drogas y rock
and roll), urbanas hasta la desesperación y capaces de enseñar por el dolor y
la pérdida. En “New York”, el disco que nos ocupa, Lou aborda con amor, con
amargura, con cierta pasión desangelada y un dejo de ironía las idas y venidas
del “animal urbano” que todos llevamos dentro pero que en una ciudad como NY se
magnifica. Con su mundo poético centrado en Nueva York --un crítico, exagerando
un poco, dijo que Reed es a la Gran Manzana lo que Joyce fue a Dublin-- Lou Reed escribe y canta una obra de
notable coherencia, ya clásica en la cultura norteamericana de la segunda mitad
del siglo XX.
Heredero de los beatniks, Reed exalta la experiencia como vía de conocimiento y trascendencia. "El amor y el deseo de trascendencia discurren por estas canciones. Sus personajes siempre están moviéndose hacia algo, encuentran conflictos y tratan de solucionarlos", escribió el mismo crítico. Claro que esos conflictos no son los de una amable comedia por cable. Canciones como Chicas de Chelsea, Date una vuelta por el lado salvaje, Heroina y Vicioso engalanan las listas de temas "obscenos" contra las que suelen arremeter las asociaciones de Padres de Familia en los EE.UU. Una ciudad habitada por vendedores de droga, sadomasoquistas, prostitutas para todo uso y seres solitarios que buscan el amor desesperadamente no encaja en los moldes del sueño americano. A veces, Reed es más preciso aún en las coordenadas: la ciudad de los años 80 que pinta en “New York” es la ciudad arrasada por el neoliberalismo republicano que se adueñó por esos años de corazones y mentes norteamericanos. Una ciudad llena de Nuyoricans, irish, italos, poblanos, negros, y por supuesto los neoyorkinos de cepa, los que inventaron el término “workaholic”.pero también están las drag queens que desfilan por el orgullo gay cada año y a quienes Lou les dedica una canción en su disco. ¿Canciones de protesta y denuncia, entonces? No en el sentido de los cantantes folk de los 30, pero sí desde la sensibilidad caótica del rock menos complaciente.
Al igual que
Leonard Cohen y su disco ”The Future”, Lou Reed y su “New York” son la desnuda
radiografía de la democracia y el American Way of Life, que ya dá sus primeros
signos de descomposición. En estos tiempos turbulentos escuchar a Lou Reed
puede ser un acto subversivo en sí, pero también tiene que ver con el amor y
con la esperanza de que, humanos, podremos un día alcanzar la liberación: de la
carne, del orgullo, de las panaceas con que este mundo nos seduce.... ya
veremos.
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