martes, 18 de mayo de 2021

NIK BÄRTSCH: ASCETISMO EN ÉXTASIS

Nos llega desde Alemania el disco más reciente del pianista suizo Nik Bärtsch. Se trata de una grabación a piano solo donde Nik profundiza en su concepción de la música como una arquitectura habitable.
Para conocer más sobre éste extraordinario creador les dejo un texto que escribí hace algunos años sobre su trabajo.

Como siempre, el programa lo pueden escuchar en el reproductor del blog o dando click aquí





SONORA PARED
ZEN Y FUNK
Oscar Javier Martínez


En dialéctica, la Ley de la unidad y lucha de contrarios nos dice que los contrarios son precisamente los aspectos, tendencias, o fuerzas internas del objeto que se excluyen mutuamente y, al mismo tiempo, se presuponen uno del otro, La relación de indestructible interdependencia de estos constituye la unidad de contrarios. En la música, el proyecto Ronin ha logrado esta unidad con su propuesta que mezcla filosofía zen, conceptos arquitectónicos y grooves interminables.

Nik Bartsch es un pianista suizo nacido en la ciudad de Zurich en 1971. Además de su carrera musical realizó estudios de filosofía, lingüística y musicología. Su interés por la cultura del Japón y la disciplina del Zen le llevó a radicar en aquél país por una temporada. Es fundador de dos proyectos artísticos: Mobile y Ronin. Hoy nos ocuparemos de éste último.

Fundado en 2001, el quinteto Ronin está integrado por Nik Bartsch al piano junto a Kaspar Rast (batería), Björn Meyer (bajo), Andi Pupato (percusión)  y Sha (clarinetes bajo y contrabajo). La música del grupo –según palabras del fundador de la banda- es una yuxtaposición de pequeñas frases y motivos con elementos de la música ritual japonesa, que se desarrollan con un sentido minimalista, hasta explotar en beats de funk que buscan el éxtasis colectivo. “Mi música –dice Bartsch- muestra una estrecha afinidad con el espacio arquitectónico organizado y se rige por los principios de la repetición y la reducción, así como por los ritmos entrelazados. Una pieza de música se puede presentar como una habitación inhabitada. Se mueve hacia adelante y se va transformando a través de obsesivos movimientos circulares, con la superposición de diferentes métricas y variaciones microscópicas. La atención del escucha se dirige entonces  a esas variaciones mínimas. La banda se convierte en un organismo integral, como un animal, un hábitat, un espacio urbano. Hay que pensar con los oídos y las manos.”

Es interesante seguir los conceptos de este pianista, compositor, productor e  improvisador: “Mi forma de pensar, así como mi música se basan en la tradición del espacio urbano. Ambas no se limitan a una tradición nacional o de estilo, más bien provienen del sonido universal de las ciudades. La ciudad en su rugiente diversidad requiere de la habilidad de enfocarse y concentrarse en lo esencial: para medir nuestras acciones, uno aprende a permanecer en silencio en el lugar correcto. Esta música extrae su energía de la tensión entre la precisión de la composición y la capacidad de evitar en lo posible el exceso de improvisación. De la auto-restricción implícita se deriva la libertad. Es el éxtasis a través del ascetismo.”

Y justamente eso es lo que uno encuentra en la música del proyecto Ronin; una necesidad de alcanzar estados superiores de conciencia a través de la repetición incansable de patrones rítmicos y armónicos que, como un mantra, abren puertas muy profundas hasta conseguir elevarnos por encima de cualquier racionalización. Por ello los discos de esta banda deben abordarse con cuidado, en un ambiente propicio, pues los efectos de su escucha provocan una larga ensoñación, peligrosa para los ritmos de la vida moderna.

El disco Randori marcó el debut discográfico de Nik Bartsch’s Ronin. En esa obra ya se mostraban los elementos esenciales de la música del grupo. En 2006 grabaron Stoa,  su cuarto álbum y el primero editado por el prestigiado sello alemán ECM. Holon es su disco más reciente, publicado en 2008 también por el sello del productor Manfred Eicher. 

Todos los temas de la discografía del Nik Bartsch’s Ronin son bautizados como “módulos”, en vez de poseer nombres propios. La razón de ello es explicada por el pianista: “Para elegir el nombre de un proyecto, una banda o una canción, necesitas tener conciencia de las imágenes, los contextos y los valores poéticos de lo que has creado. Nosotros como banda y yo como compositor trabajamos con tácticas y estrategias musicales modulares; asimismo, no queremos decirle al oyente qué imágenes o pensamientos deben yuxtaponer mientras escuchan la música. Cada uno piensa y siente diferente. Queremos dejar a los escuchas la libertad poética de elegir el nombre para cada pieza”.

Esta manera tan lúcida de abordar la labor artista hace que la obra como tal resulte en una estructura sólida, cristalina, maleable y en permanente evolución. A ello contribuye también el carácter guerrillero con el que Nik y sus compinches asumen su trabajo; apostolado más que oficio. El mismo nombre de la banda nos da pistas de ello, pues los Ronin fueron Samurais sin amo ni patrón que vivieron en la época medieval del Japón. Un Ronin era un outsider, un paria; alguien que tenía que sobrevivir sólo, sin honor, sin deber, sin ataduras.

Lo logrado por este pianista suizo y sus proyectos musicales escapa a una simple definición estilística y se inserta en el ámbito de lo que nos hace crecer como seres humanos: la filosofía, la música, las disciplinas marciales y la espiritualidad pretenden construir a un mejor hombre desde el hombre. Eso mismo se encuentra en esta música que escarba en lo profundo y nos empuja hacia lo alto. Zen, pero funk. 




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