martes, 26 de enero de 2010

MI COLUMNA SEMANAL





SONORA PARED

ECM, LA MÚSICA DEL PAISAJE
Primera parte



En el arte, como en la vida, existen momentos definitorios, objetos que sintetizan el pulso de una época, expresiones que no necesitan explicación. Si decimos “Estoy viendo un Picasso”, o “Esta escena es homérica” todos en occidente entenderemos la referencia. Que un rasgo cultural pueda ser definido por una sola palabra, como “Gregoriano” o “Hollywoodense” es un logro del espíritu humano que nos eleva como especie.

En el ámbito del jazz existen ese tipo de fenómenos. Decimos “Satchmo” o “Miles”, y en esos apelativos está resuelta buena parte de la historia del género. Pero no solamente pasa con los artistas, también sucede con ciertos lugares representativos como el Cotton Club, ciudades como Nueva York o new Orleans y por supuesto con los sellos discográficos que han acogido las grabaciones más emblemáticas, sellos que más que empresas eran aventuras de un solo hombre, un músico o productor que deseaba plasmar en vinilo el retrato de una época, más allá del mercado y las presiones económicas. Sellos como Blue Note de Alfred Lion, Verve de Norman Granz, Atlantic de los hermanos Ertegum y Editions of Contemporary Music (ECM) de Manfred Eicher marcaron una época con sus cuidadas ediciones, sus diseños vanguardistas y por supuesto con alguna de la música más revulsiva del pasado siglo.


De entre todos ellos, ECM, la discográfica nacida en Munich en 1969 destaca por una afortunada combinación de factores que le ha permitido comenzar su quinta década de vida sólidamente cimentada y con un futuro promisorio.


ECM fue fundada por un contrabajista, antiguo ayudante de grabación en el sello Deutsche Grammophone llamado Manfred Eicher. Desde su primer disco –“Free At Last”, del pianista norteamericano Mal Waldron- sentó las bases que mantienen a su empresa como un paradigma de la industria: se rodeó de un pequeño equipo que aportaba ideas frescas –los diseñadores Barbara Wojirsch y Dieter Rehm, quienes a lo largo de los años han trabajado con un selecto grupo de fotógrafos que han edificado una iconografía perfectamente definida: paisajes escandinavos etéreos y desolados, ciudades límpidas, detalles urbanos elevados a íconos, tipografías sobrias, diseños minimalistas y casi siempre en blanco y negro. La responsabilidad del sonido recayó en el ingeniero Jan Eric Kongshaung; y sobre todo, decidió producir él mismo cada álbum, basándose en su gusto personal, su visión particular y su interés en artistas específicos, sin importar la fama o las posibilidades comerciales.


Desde su arranque, ECM ha grabado y contribuido al reconocimiento mundial de artistas de la talla de los europeos Jan Garbarek, Terge Rypdal, Bobo Stenson, Evan Parker, John Surman, Tomas Stanko, Arild Andersen, Eberhard Weber, Dave Holland y muchos más, así como los norteamericanos Keith Jarrett, Don Cherry, Jack De Johnette, Pat Metheny, Charles Lloyd, Charlie Haden, Kenny Wheeler, Carla Bley, John Abercrombie y un extenso etcétera.


De esta forma, Manfred Eicher consiguió un encapsular el espíritu de una época; no olvidemos que ECM comenzó justo cuando el jazz entraba en un punto de quiebre. La música se electrificaba, los sonidos sintetizados comenzaban a seducir a muchos creadores y el rock en sus formatos más ambiciosos se popularizaba. A contracorriente de todos ellos ECM mantuvo su política de grabaciones “de autor”, mesuradas, sobrias, basadas sobre todo en la sonoridad de cada artista, utilizando siempre los mismos estudios, “Rainbow”, situado en Oslo y construido de acrílico, y otro estudio ubicado en Stuttgart y construido en madera. Con el paso del tiempo, se editaron discos grabados en vivo, lo que expandió el llamado “Sonido ECM”, alguna vez bautizado como “EL sonido más bello después del silencio”


En 1984 Manfred Eicher comenzó la grabación de música contemporánea de concierto bajo el título de ECM New Series, de donde surgieron grandes obras de creadores como Arvo Part, Eleni Karaindrou, Meredith Monk y Steve Reich. Asimismo, continuó grabando a artistas de otras latitudes, como Manu Katché, Anouar Brahem, Dino Saluzi y Egberto Gismonti. Otras estrategias fueron puestas en marcha en los últimos años, como el uso de las nuevas tecnologías y la conversión a los formatos digitales, cuidando de no perder su identidad tan cuidadosamente construida.


En el libro “Horizon’s Touch”, que celebra 40 años de la discográfica, el patrón de ECM escribe: “La música es la luz que ilumina mi vida, su núcleo esencial, de ella nace todo lo demás, y a ella regreso siempre: a los auditorios, a las iglesias y a los estudios. La música es mi vocación: el ambiente que se crea en una sesión de grabación debe ser irrepetible y despertar el ansia de provocar cambios o, si es necesario, de mejorar y pulir: poner en duda cualquier cosa, estar listo para abandonar conceptos que se han trabajado durante los ensayos o incluso aquellos que funcionan en un concierto; conceptos que, en la intimidad del estudio de grabación y con varias personas a la escucha, cambian y exigen una cierta transformación”.


Hay que mencionar que gran parte de la supervivencia del sello durante muchos años se debió al éxito comercial de un solo disco: “The Köln Concert”, un disco de piano sólo grabado en enero de 1975 en Colonia, Alemania. En una entrevista concedida al diario español “El país”, Manfred Eicher recuerda: “Curiosamente, la grabación se hizo en unas condiciones muy difíciles. Primero, el Steinway que habíamos encargado nunca llegó debido a una huelga y Keith se vio obligado a tocar con un instrumento más pequeño. Quería suspender el concierto. "Vamos a intentarlo", le dije, "hacemos la prueba de sonido y tú decides". Fue todo un día de tensiones hasta que se decidió. Al final, "invirtió" su forma de tocar. Normalmente, tiene la costumbre de aproximarse mucho al instrumento para explorar todos sus matices, pero el hecho de encontrarse con este piano de menos calidad le llevó a la música de una forma más libre y menos pendiente del sonido. Se dejó llevar y el concierto terminó convirtiéndose en una sola canción compuesta de muchas melodías... luego quedaba el otro tema: ver qué íbamos a hacer con la grabación. En aquel tiempo viajábamos de un concierto a otro en mi R4 y nos pusimos a escuchar la cinta. El sonido del piano no nos gustaba. Entonces le propuse: "Keith, voy a ir al estudio a ver qué puedo hacer". Y eso fue lo que hice. Trabajé durante tres días con mi ingeniero Martin Wieland hasta que llegamos a ese sonido tan particular y el disco se convirtió en un fenómeno mundial”


Continuará…

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