Aquí les dejo la habitual columna de Antonio Malacara, que en esta semana hace referencia a un importante grupo oaxaqueño de Jazz
Nunduva Yaa. Y el jazz que madura
Nunduva
 Yaa (música de Oaxaca en lengua mixteca) es uno de los grupos más 
sólidos y originales que ha habido en la historia de nuestro jazz; así 
de sencillo. El quinteto llega este jueves 13 de junio a la ciudad de 
México (tierra del compañero Villaurrutia) para ofrecer un concierto 
gratuito en el teatro Benito Juárez (Villalongín 15, colonia 
Cuauhtémoc). La cita es a las ocho de la noche, a un lado del monumento a
 la Madre.
Nunduva Yaa está
 integrado por músicos oaxaqueños hijos de músicos oaxaqueños; tres de 
ellos son de la sierra mixteca, uno es de la sierra mixe y uno más de 
los valles centrales. Onésimo García se hace cargo de la trompeta, el 
bugle y la dirección musical; Facundo Vargas está en el trombón; 
Bernardo Salazar en los saxos tenor y soprano; Ignacio Carrillo es el 
percusionista, y Rodolfo Santiago toca el piano.
Los conciertos de
 Nunduva Yaa son un ritual mágico. Por momentos, la música tradicional 
oaxaqueña se instala como telón de fondo, para que en primer plano los 
músicos improvisen desde la gramática del jazz. Pero en cualquier 
instante los esquemas se revierten: en el fondo aparecen las dinámicas y
 las armonías jazzísticas para que al frente los maestros empiecen a 
improvisar como lo hacían sus abuelos y bisabuelos, desde la más pura 
tradición del indigenismo y el mestizaje de estas tierras.
A 
través de ellos, y de otras seis o siete bandas diseminadas por Chiapas,
 San Luis Potosí, Tamaulipas, Nayarit, Veracruz y el Distrito Federal, 
podemos observar cómo el jazz local ha madurado echando mano de sus 
músicas tradicionales y mestizas para crear un sonido realmente nuevo, 
propio, espiral. De sobra es sabido que México es muchos Méxicos, y 
entre las entrañas de esta vastedad están surgiendo cosas de veras 
interesantes.
Aunque, por supuesto, ahí están los escuchas 
ortodoxos, de irreductibles y radicales criterios, que han preferido y 
preferirán siempre los esquemas tradicionales del blues, el swing, el 
bop y los demás etcéteras. Y bueno… quién no va a disfrutar (o a venerar
 si nos agarran con cuatro vinos en el pecho) a un Armstrong, una 
Holiday, un Monk, un Coltrane, un Schuller… pero por ahí hay más, mucho 
más; en cada intersticio del planeta se están arrejuntando los 
folclores, y los maestros los filtran a través de los códigos del jazz 
con resultados que van de los curioso a lo sublime. Escuchemos con la 
mente abierta, y si se puede, con las orejas bien lavadas.
Gil Cervantes. Y el jazz quemadura
(Y Villaurrutia vuelto a evocar).
Por
 otro lado, pero en el mismo viaje, están los clásicos. Y Miles Davis es
 uno de ellos (a pesar de los peros que en voz baja surgen alrededor de 
su música).
Bueno, pues hace medio siglo Miles Davis reunió a una 
treintena de músicos (Gil Evans, Paul Chambers y Elvin Jones entre 
ellos) para grabar uno de los mejores álbumes de todos los tiempos: Sketches of Spain. Aunque las rolas
 originales eran en realidad de Gil Evans (además de fragmentos de 
Joaquín Rodrigo y Manuel de Falla), la historia da los créditos 
estelares a Miles.
Y así es como esta obra cobra vida en los 
atriles y la sensibilidad de la Gil Cervantes Jazz Orchestra, para ser 
presentada mañana a las 20:30 horas, en el Centro Cultural Roberto 
Cantoral (Puente Xoco Puerta A, colonia Xoco). Como invitada especial 
estará la trompetista canadiense Ingrid Jensen. Con esto llega a su fin 
la primera etapa del ciclo de conciertos Alterna Jazz, un concepto de la
 hiperactiva Sara Valenzuela.
Gil Cervantes, además de ser un 
músico de excepción, trompetista de la banda tapatía Troker e instigador
 de un sinfín de proyectos jazzísticos (sólo de Miles Davis ha montado Birth of the blues y Sketches of Miles), es
 un conocedor, promotor y estudioso de tiempo completo de todo esto que 
seguimos conociendo y reconociendo como jazz. Bien por él y por todos 
sus compañeros. Salud.
…y mi voz quema dura como el hielo de vidrio, como el grito de hielo, decía Xavier.
 
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