En el otoño de 1994 Gonzalo Santiago y yo comenzamos una aventura radiofónica que se prolongó por casi diez años. El Bar Fantasma fue nuestro refugio y el punto de encuentro para los habitantes de la noche, que cada miércoles se daban cita al calor de la poesía, la música y la charla.
Por aquellos años ambos trabajábamos como reporteros en el semanario La Hora, un espacio que le dió oportunidad a muchos jóvenes de adentrarse en las lides del periodismo. Nuestra directora era Gabriela Evarista Bermúdez Santos, apenas unos años mayor pero con la sabiduría de un alma vieja y con la sonrisa de una niña dulce que nos atravesaba con esos ojos chispeantes y llenos de luz.
Gabriela estuvo un par de veces como invitada en el Bar; en su segunda aparición nos otorgó el grandísimo privilegio de leer su poesía inédita en el programa; habló sobre erotismo, femineidad y patriarcado; reflexionó sobre la soledad y llevó muy buena música. Fue una velada inolvidable. Nadie podía suponer que apenas unos meses después de esa visita su vida habría de apagarse trágicamente.
Hoy la recordamos de viva voz, y damos gracias a la vida por la bendición de su presencia, que aunque breve, marcó a fuego a todos aquellos que la conocieron.
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