sábado, 24 de septiembre de 2011

MADRUGADAS

Soy un ave nocturna; casi toda mi vida he trabajado hasta bien entrada la madrugada; en esas horas escucho mejor el murmullo que hacen las ideas al acomodarse. Tópicos fuera, el café me sabe más intenso, el humo del ocasional tabaco patea mejor, el jazz suena un poco más brillante.

Pero todo cambia en esta vida. Desde que me casé me cuesta más trabajo desvelarme; pero no crean que es por la edad o por las nuevas responsabilidades, no; pasa que mientras yo estoy, no sé, editando, escribiendo un guión o escuchando la música que luego compartiré en el programa, mi mujer duerme profundamente en la habitación contigua. Ella sumergida en un plácido sueño. Yo enfrascado en una actividad febril. Ella en un universo, yo en otro.

Generalmente mi mujer se despierta muy de mañana, digamos antes de las seis; a veces yo acabo de acostarme cuando eso sucede. Luego ella va al trabajo y yo duermo hasta un poco más tarde. Por la noche ella regresa agotada y yo estoy entrando a mis horas de mayor actividad, cuando me siento bien despierto y alerta.

Pero como decía, las cosas cambian. Ya no me quiero desvelar; quiero ir a dormirme temprano y despertar temprano, y entre una y otra cosa compartir el inexcrutable universo del sueño con mi mujer, que para las horas en que estoy ecribiendo estas líneas, ya lleva un buen rato dormida.


Foto: Andrea León

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